Y para celebrar que mi blog ya ha superado las mil visitas, transcribo un artículo que encontré navegando y que relata parte de la historia del Thermomix. Muchas gracias.
REVOLUCIÓN EN LA COCINA La 'secta' de la thermomix
El peor manazas se convierte en un delicado chef de deliciosos menús. ¿El secreto? Un revolucionario robot de cocina llamado Thermomix. El invento, que llegó a España en 1978 y que no se vende en tiendas, ya cocina en un millón de hogares. Sus «devotos» intercambian recetas por Internet y hasta se lo llevarían a una isla desierta.
Por Juan Carlos Rodríguez.
Abigail Luque, vendedora de Thermomix, enseña las mil y una virtudes en una demostración de una hora y media.
Teresa Barrenechea (izqda.), directora general de la marca y Matuca Tejedor, ex directora de ventas de Thermomix.
El chef del restaurante del Casino de Madrid posa junto a Cristina Galiano, que ilustra a los “thermomixeros” con sus cursos y libros.
Por Juan Carlos Rodríguez. Fotografías de Rosa Muñoz
«¿Quieres que vaya a tu casa y te haga una demo?», me preguntó por teléfono Abigail Luque con un tono dulcemente comercial. «Sólo tienes que tener preparados los ingredientes: harina, cubitos de hielo, carne picada...». Lejos de ser una stripper, Abigail es una de las 5.500 presentadoras repartidas por toda España que se ganan la vida mostrando y vendiendo la Thermomix, el mítico robot de cocina creado por la empresa alemana Vorwerk.
Desde que en 1978 irrumpiera en los hogares españoles a través del sistema de venta directa, este electrodoméstico ha ido asentándose como un icono de la sociedad del bienestar, sobre todo entre las amas de casa, a quienes ha proporcionado cierta liberación. «Estoy guisando con la Thermomix / ¡Qué gran invento!/ Y con ella termina, chiquilla, mi sufrimiento/ Mi sufrimiento/ De cortar las cebollas, los ajos y los pimientos/ Se rehoga el tomate, chiquilla, en un momento», reza la primera estrofa de La thermosong, una sevillana marujil que ensalza las virtudes del aparato y está disponible en vídeo a través de Youtube.
Había oído hablar de «la secta Thermomix», de las reuniones caseras en las que las usuarias intercambian trucos y recetas (ahora, sus hijas hacen lo propio en los foros especializados de Internet) y dan rienda suelta a su devoción por este milagroso artilugio; un cazo ilustrado capaz de rallar, trocear, montar, batir, triturar, amasar, exprimir o cocinar al baño María, entre otras funciones, lo que al parecer facilita las tareas más engorrosas de la cocina. Ahorra tiempo y dinero, y convierte repentinamente en chef al cocinero más inexperto...
De modo que, por curiosidad periodística, pero también porque la demostración a domicilio me garantizaba tener comida preparada para varios días, decidí aceptar la visita de Abigail. La había localizado a través de su web mientras me documentaba para este reportaje, y enseguida supe que estaba ante una de las vendedoras más avispadas. A sus 26 años, y con apenas cuatro en el negocio, esta licenciada en Empresariales lleva a gala ser la comercial que más máquinas distribuye en nuestro país, en parte gracias al reclamo de su web extraoficial con 18.000 usuarios registrados. Una iniciativa que proporciona publicidad indirecta a la compañía, pero que muchas compañeras tachan de «competencia desleal» .
«En 2006 vendí 400 aparatos del último modelo, el TM-31, a 890 euros cada unidad», asegura orgullosa la «reina nacional de ventas 2005». Su comisión (un 20% por vender más de una decena al mes; lo normal es un 10%) le reporta unos 6.000 euros al mes. Claro que, como reconoce su marido, Omar, un licenciado en márketing que creó la web y se encarga de mantenerla, «su éxito genera muchas envidias entre sus compañeras, sobre todo entre las más veteranas». La edad media de las vendedoras ronda los 50 años.
Manos a la obra. Abigail, embarazadísima de su primer hijo (el bebé llegará con una Thermo debajo del brazo) traspasa la puerta con un afectuoso «hola, cielo». Viene acompañada por su amiga Sonia Martín, de 37 años, la monitora que la reclutó. Cordiales y diligentes, enseguida se ponen manos a la obra. «Con la demostración tratamos de que el potencial cliente vea todas las posibilidades de la máquina. Hay quien lo tiene claro y la quiere específicamente para preparar salmorejo, pero al neófito hay que demostrarle que es algo más que una batidora». Una demo básica dura aproximadamente una hora y media y consiste en mostrar cómo se hace un sorbete (para apreciar la función de triturado de hielo); una limonada (licuado); un rallado de pan y queso con diferentes texturas; una masa de pizza (amasado); una lasaña (troceado, sofrito y rehogado) y, por último, un plato al vapor aprovechando el efluvio de la salsa boloñesa.
Mientras introduce los ingredientes en el vaso, Abigail explica la jerarquía dentro de la empresa. «Las presentadoras (unas 5.500) somos como el soldado raso de un ejército: estamos situadas en la base y empezamos haciendo demostraciones para ganarnos la máquina. Estamos coordinadas por 400 monitoras, también llamadas jefas de grupo o team leaders, puesto al que se accede tras conseguir un número de ventas majete y demostrar dotes de reclutamiento. Por encima hay 82 adjuntas, el primer nivel de empleado, al frente de las 82 delegaciones provinciales. A su vez, las adjuntas están bajo la supervisión de 15 jefas de área, coordinadas por cuatro jefas regionales. Y por último está la directora general de ventas».
–¿Por qué apenas hay hombres en este ejército?
–La mujer española no admite que un hombre entre en su casa y le enseñe conceptos de cocina. Además, muchas empiezan en esto para completar el sueldo del marido... ¡Hasta que ganan más dinero que ellos!
–¿Qué porcentaje de clientes acaba adquiriendo la Thermomix?
–La gran mayoría, un 90%. Hay veces que no es el momento de comprar, pero siempre es el momento de conocer. Por eso son tan importantes las presentaciones; nadie se olvida de ellas.
–¿El mejor piropo que habéis escuchado?
–«Me has cambiado la vida». Muchas mujeres que antes no tenían ni idea de cocinar aprenden a hacer recetas sanas y variadas en pocos minutos. Otras bromean con lo de «has salvado mi matrimonio», porque el aparato compite con la suegra hasta en hacer buenas croquetas. En caso de divorcio, hay quien lo tiene claro: «Yo me quedo con la Thermomix».
Una metálica melodía indica que el plato está listo. A decir verdad, la ejecución ha resultado sencilla, rápida y limpia. Todo está rico, rico. Basta con programar el tiempo, la velocidad y la temperatura indicados en la receta. Mientras la Thermomix trabaja, uno puede tirarse a la bartola. «Me lo pensaré», concluyo antes de decidirme a comprarla. De momento, esta noche invitaré a mis amigos a cenar una lasaña recalentada «que me ha salido buenísima». Sin mover un dedo, empiezo a sentirme Ferran Adrià.
Por cierto... Adrià, uno de los mejores chefs del mundo, habla maravillas de este invento. «La entrada de la Thermomix en la cocina ha aportado, tanto para el ama de casa como para el cocinero profesional, un mayor rendimiento y una gran economía de tiempo. La calidad de las masas, purés, sopas, vinagretas y cremas es inigualable con cualquier otro utensilio. Su característica más importante es la posibilidad de incorporar calor (calentar, hervir, cocer, calentar al baño María) y, además, permite pesar los ingredientes en su balanza mientras se van añadiendo».
En famosos fogones. Paco Roncero, jefe de cocina del Casino de Madrid y autor de las recetas que acompañan este reportaje, suscribe las palabras de su maestro, con quien trabajó en El Bulli. «En el Casino hemos llegado a tener 12 Thermomix en uso; últimamente la hemos utilizado para desarrollar nuevas texturas de aceite de oliva. Aunque en casa no le saco tanto rendimiento, la usé para hacer purés a mis dos hijos y ahora la utilizo básicamente para gazpachos». No hace mucho impartió unos cursos para cocineros profesionales por Alemania (cuna de la Thermomix) y, para su sorpresa, ninguno había oído hablar del aparato. «Alucinaron».
Como alucinan la cantante Marta Sánchez, el actor Juan Echanove o la Infanta Cristina, todos ellos thermomixeros declarados. «Desde que mi hija se compró la Thermomix no hay quien le tosa», ha llegado a bromear el Rey. Hay quien solicita la receta «para hacer jabón»; quien consulta «si picando hielo se afilan las cuchillas» e incluso quien pide auxilio ante una avería... «¡Socorro, mi Thermomix se ha intentado suicidar!», claman desde los foros especializados.
Se calcula que dos millones de hogares de todo el mundo poseen el puchero mágico. En España, que disputa a Italia el liderazgo de ventas a nivel internacional, se compra una Thermomix cada cinco minutos. En 2006 se despacharon 108.000 unidades, con una facturación de 90 millones de euros. No deja de sorprender la expansión de un producto que no se vende en tiendas ni se apoya en anuncios publicitarios.
Ni falta que hace. Las vendedoras (voz y alma de la máquina) tienen claro que «un cliente contento hace cientos, pero uno descontento te quita 500». Familia y amigos son sus primeros contactos. Un teléfono lleva a otro. Poco a poco, el círculo se va ampliando. «Hay quien llama directamente a la puerta, pero es más frío». La competencia es feroz y se potencia desde arriba. A más ventas, más puntos. Y a más puntos, más obsequios y viajes de placer. Cada año asisten a una convención nacional, y a las más eficientes (un 10% del total) la empresa las premia con un viaje internacional (Londres, París, Nueva York...).
Vayamos a los orígenes. La empresa Vorwerk fue fundada en 1883 en Wuppertal (Alemania) por los hermanos Carl y Adolf Vorwerk. Desde entonces ha sido dirigida por la misma familia. El negocio arrancó con la fabricación de alfombras –esta línea aún se mantiene–, para más tarde dar el salto al sector de los electrodomésticos, que desde 1930 se comercializan a través de la venta directa. ¿Su lema? «Lo mejor de nosotros para su familia». Las tres principales divisiones de Vorwerk España son Kobold (aspiradores domésticos), Feelina (sistemas integrales de planchado) y el exclusivo Thermomix (www.thermomix.es), cuyos diferentes modelos (2.200, 3.300, TM-21 y TM-31) han ido evolucionado en prestaciones.
Matuca Tejedor empezó a venderla en 1978, cuando el prehistórico 2.200 apareció en España. «Llegué a despachar una diaria, a unas 20.000 pesetas. Y sin la ayuda de Internet. Estaba tan enamorada del producto que hacía hablar a la máquina, aunque reconozco que el pastel de cabracho me ayudó a vender muchísimo», recuerda esta estilizada septuagenaria con voz de actriz de radionovela. Con el cacharro a cuestas, al volante de autos como un 600, un 1.400 o un Dauphin, recorrió media España «abriendo campo con naturalidad y sencillez», una experiencia que a Matuca –que llegó a directora general de ventas– le enriqueció como persona.
Entre las personas que formó Matuca está Cristina Galiano, que ha introducido a su vez a muchos thermomixeros con sus cursos y libros de cocina. «La Thermomix me cambió vida», reconoce esta licenciada en Farmacia, que además es experta en Nutrición y está especializada en técnicas modernas de manipulación de alimentos. En 1979 asistió a una demostración... «y me la trajeron los Reyes». Tras jugar varios meses con el robot (le apasiona la tecnología), un día se le averió y fue a arreglarlo a la delegación. «Allí, Matuca me convenció para que empezara a vender... y no supe decir que no».
Cuando superó su vergüenza, unas amigas de Majadahonda le propusieron dar clases a domicilio –«me pagaban 1.000 pesetas por cada una»–, hasta que en 1984 montó su propia escuela de cocina. Tras dos décadas dedicada a la enseñanza, en 1996 se animó a escribir su primer libro. Ya lleva 15 publicados, con 80 ediciones en total. Amenos, cercanos y rigurosos. El último, Recetas fáciles para un día especial. (Ed. Espasa Calpe). «Ahora, la Thermomix se está vendiendo como única herramienta a tener en la cocina, y no estoy de acuerdo. Para hacer arroz con pollo prefiero una olla super rápida», dice esta gurú, que ha colaborado en varios programas de radio y televisión y tiene una visitadísima web.
Diosa pagana. La presentación del modelo TM-21 llegó acompañada de un libro de recetas titulado Un nuevo amanecer, en cuya portada aparecía una bucólica puesta de sol y la renovada Thermomix refulgiendo como una diosa pagana. Detalles pintorescos como éste (unido a la estructura interna de la empresa y a su tradicional hermetismo de cara a los medios) han favorecido la imagen sectaria de la compañía. Una imagen que su actual directora general de ventas, Teresa Barrenechea, desmiente con desenfado: «¡Por Dios! Te aseguro que nunca ha sido una secta. Ahora la transparencia es total y absoluta, y nuestros libros, magníficamente editados, llevan títulos tan claros como Pan y bollería», se defiende esta ex cocinera vasca de 50 años. Y aprovecha para dar la buena nueva: «En septiembre entregaremos la Thermomix número 1.000.000. Al comprador afortunado le regalaremos una máquina y pensamos invitarle a nuestras fábricas en Alemania (donde se hacen los motores) y en Francia (donde se realiza el ensamblaje)».
Desde su despacho, situado en las alturas del edificio de Vorwerk España (unos 60 empleados en total, enclavado en el madrileño Parque de las Naciones), controla a su red de vendedoras. «Lo que más me llena es verlas felices», asegura mientras ultima nuevos viajes y promociones. «El año pasado organicé un crucero por el Mediterráneo. Cuando el barco entró en Montecarlo, una avioneta desplegó una banderola con el mensaje ‘Bienvenidas, guapísimas de Thermomix’», cuenta al borde de las lágrimas.
Antes de ocupar su cargo en 2005, Barrenechea regentaba el restaurante Marichu en Nueva York, ciudad donde residió 17 años y trabajó como agregada de prensa de la delegación española en la ONU. Acababa de recibir el Premio Nacional de Gastronomía cuando fichó por Vorwerk. Su formadora fue la veterana Matuca. La hija pródiga es consciente de que en el mercado están irrumpiendo nuevas marcas (caso del modelo My Cook, de Taurus) que imitan a la original e incluso se venden en grandes centros comerciales, algo que la casa madre siempre ha rechazado. ¿Por qué la Thermomix no se vende en tiendas? «Sería el sacrilegio más grande que pudiéramos cometer. Los dependientes no conocen a fondo el producto y nunca podrán enseñar durante hora y media las funciones del aparato». Vorwerk se resiste a que nadie explote su gallina de los huevos de oro. «Es mi tesorooooo», susurra aferrándose al puchero mágico.
La devoción no conoce límites: «Si me preguntasen qué me llevaría a una isla desierta, lo tendría clarísimo: la Thermomix, su libro de recetas y unas baterías atómicas para generar electricidad perpetua», reflexiona una internauta felizmente abducida.
Desde su despacho, situado en las alturas del edificio de Vorwerk España (unos 60 empleados en total, enclavado en el madrileño Parque de las Naciones), controla a su red de vendedoras. «Lo que más me llena es verlas felices», asegura mientras ultima nuevos viajes y promociones. «El año pasado organicé un crucero por el Mediterráneo. Cuando el barco entró en Montecarlo, una avioneta desplegó una banderola con el mensaje ‘Bienvenidas, guapísimas de Thermomix’», cuenta al borde de las lágrimas.
Antes de ocupar su cargo en 2005, Barrenechea regentaba el restaurante Marichu en Nueva York, ciudad donde residió 17 años y trabajó como agregada de prensa de la delegación española en la ONU. Acababa de recibir el Premio Nacional de Gastronomía cuando fichó por Vorwerk. Su formadora fue la veterana Matuca. La hija pródiga es consciente de que en el mercado están irrumpiendo nuevas marcas (caso del modelo My Cook, de Taurus) que imitan a la original e incluso se venden en grandes centros comerciales, algo que la casa madre siempre ha rechazado. ¿Por qué la Thermomix no se vende en tiendas? «Sería el sacrilegio más grande que pudiéramos cometer. Los dependientes no conocen a fondo el producto y nunca podrán enseñar durante hora y media las funciones del aparato». Vorwerk se resiste a que nadie explote su gallina de los huevos de oro. «Es mi tesorooooo», susurra aferrándose al puchero mágico.
La devoción no conoce límites: «Si me preguntasen qué me llevaría a una isla desierta, lo tendría clarísimo: la Thermomix, su libro de recetas y unas baterías atómicas para generar electricidad perpetua», reflexiona una internauta felizmente abducida.
Evolución
La historia comienza en Francia con la VM-10, que incorpora un sistema de calor.
1978
El VM-2200 es el primer modelo de Thermomix que se comercializa en España.
1980
La TM-3300 cumple con todas las exigencias imaginables para un aparato de cocina.
1996
Es la más conocida. La TM-21 llegó al mercado después de importantes progresos.
2004
La TM-31 destaca por su técnica sobresaliente y su diseño de vanguardia.
Las piezas de la TM-31
Control En la unidad central se encuentran los mecanismos que regulan tanto la temperatura como la velocidad. Además, incorpora una pantalla digital.
Cuchillas. Al colocarlas hay que hacerlas coincidir con la hendidura del orificio central del vaso, teniendo cuidado de no cortarse.
Vaso. La capacidad del vaso es de dos litros. En el interior y en el exterior hay cuatro marcas que indican intervalos de medio litro.
Base. La base del vaso se tiene que cerrar hasta el tope, de lo contrario, se podrían provocar desperfectos en otros accesorios.
Espátula. Se utiliza para remover los alimentos cuando la máquina está en marcha mientras se cocina, se trocea o se tritura.
Cestillo. De plástico de alta calidad, sirve tanto para colar, filtrar o escurrir como para cocinar ingredientes delicados.
Mariposa. Es imprescindible para montar nata y claras de huevo. Evita que los alimentos se peguen en el interior del vaso.
Varoma. Sirve para cocinar al vapor. Para variar los sabores, se puede emplear una mezcla de agua, vino o caldo de verduras.
Cubilete. Su función es la de cerrar el orificio de la tapa, evitar las salpicaduras y medir los ingredientes. Se coloca boca arriba.
Tapa. Por motivos de seguridad, la Thermomix no empezará a funcionar hasta que esta pieza no esté correctamente colocada.
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